Toda mujer -y ahora, incluso, muchos hombres- se habrá preguntado alguna vez si la cirugía estética es capaz de mejorar o corregir notablemente algún aspecto de su figura o de su rostro de los que no se siente satisfecha.
Afrontar este problema con realismo es preguntarse y llegar a conocer hasta que punto es capaz la cirugía plástica de proporcionarnos el cuerpo o el rostro que siempre hemos deseado. También hay que saber cuales son las intervenciones más frecuentes y, sobre todo, cuando conviene operar y cuando no. "El cirujano plástico debe ser, ante todo, un buen psicólogo -afirma un conocido especialista porque sólo de esta forma puede conocer los pacientes a quienes conviene operar." Y es que existen muchos individuos que exigen a la cirugía plástica remodelaciones completas e inmediatas, búsqueda de parecidos exactos y niveles de belleza y perfección que no en todos los casos son factibles de lograr. Porque, ¿que es lo que impulsa a las personas a consultar al especialista en cirugía estética?: ¿el deseo de mejorar su fisonomía, de desembarazarse de un defecto, o un sentido de inferioridad o de inseguridad que sienten reflejado en su físico? La cirugía plástica ha demostrado producir buenos resultados, poder hacer casi milagros, pero sólo en quien esté dispuesto a aceptar sus limitaciones.
Vamos a hablar aquí de las operaciones más comunes dentro de la amplia gama que ya es capaz de ofrecer al género humano la ciencia de la cirugía estética.
En definitiva, la cirugía plástica es uno de los grandes adelantos de la medicina, ya que permite solucionar no sólo ciertos defectos estructurales o producidos por traumatismos, que limitan nuestra capacidad funcional, sino también fallos en las proporciones estéticas: partes del rostro desproporcionadas, defectos corporales, exceso de grasa localizada, como las clásicas "pistoleras" de las caderas, o la acumulación en el bajo vientre o la parte trasera de los muslos, que se eliminan mediante la técnica de la liposucción.
El costo de las operaciones de cirugía plástica es razonable y asequible y, en ciertos casos, cuando se trata de factores que producen complejos o desequilibrios, lo financia la Seguridad Social.