La gente ha dado por bautizar con el nombre de "celulitis" a esas repulsivas montañitas de grasa que se ocultan bajo la piel. Si nos fijamos bien en el término "celulitis" veremos que su significado es "inflamación de las células", algo que, en parte, parece responder a la realidad -las células grasas van creciendo de tamaño cuando las alimentamos en exceso, o sea, que se "inflaman"-.
Lo que ya no es cierto es que la tan traída y llevada celulitis sea, como dicen los vendedores y abogados de cremas, sustancias y aparatos "especiales" para removerla, una grasa de tipo especial, totalmente distinta al panículo adiposo que a todos se nos puede acumular sobre cualquier lugar del cuerpo.
Pero la celulitis ha adquirido patente de marca, y ya se llama así a los depósitos de grasa que forman una especie de bolsa bajo la piel, con el aspecto característico de hinchazón y una textura parecida a la piel de las naranjas. Usualmente, tales acumulaciones se localizan en las caderas, el bajo vientre, los muslos y los glúteos, y atacan más a las mujeres que a los hombres, debido a diferencias hormonales, constitucionales y fisiológicas.
No obstante haberse hecho tan popular, el concepto "celulitis" carece de base científica. Para demostrarlo se han realizado numerosos estudios consistentes biopsias de grasa humana, extraídas de puntos donde se consideraba que existía una acumulación normal y de lugares en que, se decía, se presentaba la configuración "clásica" de la celulitis. Ambas biopsias grasas son perfectamente indistinguibles entre sí cuando se ponen ante el microscopio del investigador y ante los ojos de expertos y profanos. Y su composición química es, por supuesto, idéntica.
La única diferencia en cuanto a la apariencia de la grasa -la capa "normal" no presenta un relieve acusado- es que la mal llamada "celulitis" surge como una acumulación mayor de tamaño graso en una zona determinada donde, probablemente, las células grasas han crecido demasiado de tamaño o incluso han surgido otras nuevas después de la adolescencia -la célula grasa puede "nacer", pero no"morirse"; solo se reduce-, de ahí la pérdida de turgencia que suele darse en las personas que no hacen ejercicio una vez que han alcanzado su desarrollo completo.
Ahora sabemos ya que la celulitis es grasa pura, en absoluto distinta de ésta. Se trata, simplemente, de un depósito más nutrido que los demás, ubicado en cualquier punto del cuerpo. Por tanto, los productos que anuncian poder acabar para siempre con la temible celulitis son falsos, y lo único que nos van a quitar es el dinero que cuestan.
Terminar con el mito de la celulitis supone, en primer lugar, consumir la grasa a base de dieta -perdiendo peso-, y en segundo, ir haciendo ejercicio general, y muy específico de la zona de acumulación para ayudar a que se remueva la grasa localizada y a que los tejidos se mantengan firmes. Pero hay que fijarse mucho en la situación y disposición de nuestra grasa porque se dan casos -sobre todo en mujeres- de personas que, por ejemplo, pesando 42 kilos para 1,60 de estatura, presentan las clásicas "asas" en las caderas. Gentes con tal problema, no podrían acabar con un depósito graso tan concreto aunque terminasen muriendo de hambre. Si nos sucede algo semejante el sistema de dieta y ejercicio -acudiendo a un nutrólogo o profesor de educación física con amplios conocimientos sobre el tema- o, si no conseguimos lo que deseamos, finalizando con la opción de la cirugía plástica, en estos casos, económica y definitiva.
Hemos de recordar que no existe otra manera de acabar con la absurdamente llamada "celulitis", que ir perdiendo la grasa que nos sobra mediante la combinación de un sistema de dieta -nunca por debajo de nuestro metabolismo basal, o calorías imprescindibles para mantener las funciones del cuepo en estado de reposo y relajación- y ejercicio - aerobios y con pesas, para movilizar la grasa y tonificar la musculatura-.