El calzado tiene una importancia decisiva en la marcha y podemos considerar un buen calzado a aquel que no interfiriendo en los movimientos naturales del pie, controlan otros que facilitan la protección del pie y sus movimientos.
Un buen calzado nos ayudará en nuestra vida, proporcionará al individuo un nivel aceptable de confort y ayudará o al menos prevendrá determinadas malformaciones. Por el contrario, un mal zapato hará que estemos siempre pendientes de nuestros pies, creando un estado de insatisfacción permanente. Son muchos los defectos o desórdenes producidos por el USO de zapatos indebidos, en unos casos se trata del extremo puntiagudo del zapato, en otros el excesivo tacón: la suela excesivamente flexible o demasiado dura.
Los zapatos cortos de numeración, los muy estrechos o los excesivamente anchos, un contrafuerte con demasiado juego, un calzado muy pesado, el empleo de zuecos o la utilización de las zapatillas que carecen de tacón. Estos extremos deben ser vigilados y resueltos en lo posible.