Cuando llevamos un régimen con el que pretendemos adelgazar o engordar, lo basamos siempre -aunque sea inconscientemente- sobre un consumo determinado de calorías.
El gasto calórico se apoya en nuestro propio metabolismo basal -lo que el cuerpo necesita para efectuar sus funciones de crecimiento, reparación y expulsión de productos de desecho, más el mantenimiento de sus funciones en un estado de reposo- algo donde no existen diferencias excesivas de una a otra persona, excepto cuando se es un usuario de dietas drásticas e irracionales, que hacen descender el metabolismo basal como método de defensa del organismo contra el posible estado de hambre crónico.
Pero aparte del gasto proporcionado por nuestro metabolismo basal -algo fijo y que no podemos variar en exceso- existe el más importante que efectuamos con nuestras actividades cotidianas, que pueden ir desde pasarnos un tiempo de relajación en la cama hasta correr una distancia larga a la mayor velocidad posible. Naturalmente, el gasto calórico por hora puede ir -hablando de límites normales, sin incluir estados catatónicos o esfuerzos atléticos extremos- desde 50 ó 60 calorías hasta más de 1. 500. Teniendo en cuenta, entonces, las actividades de nuestra vida cotidiana, podemos ya establecer un cómputo de gastos energéticos que nos sirva para nuestros propósitos de remodelación corporal. Hemos de saber que para que perdamos un kilo de grasa necesitamos gastar unas 7.500 calorías -hablando de personas promedio, de unos 65 kilos de peso-, lo que significa por ejemplo, 10 horas corriendo a un ritmo medio o 60 horas sentados y en reposo. Además, están las diferencias que imponen la edad y el sexo -con el paso de los años se necesita un gasto calórico mayor para perder kilos, y los hombres precisan más que las mujeres-, por lo tanto habremos de sumar o restar las calorías adecuadas a nuestro peso, edad -un 10 por 100 por cada año por encima de los treinta aproximadamente- y sexo -10 por 100 menos en el caso de las mujeres-.