Los músculos son el motor del cuerpo, mediante los cuales nos movemos y relacionamos con el exterior.
Toda la masa muscular del cuerpo puede ser considerada como un solo sistema orgánico, que constituye alrededor del 40 por 100 del peso corporal (algunos atletas de gran desarrollo muscular pueden llegar a poseer hasta 25 ó 30 kilos de músculo extra, respecto a las personas normales).
La célula o fibra muscular es alargada, en forma de huso, y siempre de gran tamaño. Los músculos están compuestos por tejido muscular y tejido conjuntivo.
Según la estructura intracelular se distinguen dos variedades musculares: la lisa y la estriada. La primera es propia de los músculos de contracción involuntaria, como los que forman parte de las paredes del tubo digestivo y de los vasos sanguíneos. Sus células fusiformes miden de 50 a 200 milésimas de milímetro, poseen un núcleo asimismo alargado y el citoplasma no ofrece características dignas de mención. Los músculos lisos están gobernados por el sistema nervioso autónomo. Sus funciones típicas son, por una parte, transportar los alimentos a lo largo del tubo digestivo y, por otra, regular al caudal de sangre en los vasos sanguíneos, ensanchando o estrechando su luz según las necesidades de oxigeno de los tejidos. Sin embargo, la fibra muscular estriada presenta características inconfundibles en su citoplasma. En estas células, más largas que las lisas, ya que llegan a medir varios centímetros, la masa citoplasmática se ha diferenciado de tal manera que aparece segmentada en sucesivas estrías perpendiculares al eje mayor, alternando claros y oscuros por ser monorrefringentes los primeros y birrefringentes los segundos. Los núcleos se hallan comprimidos contra la membrana, que recibe el nombre de sarcolema. Cada fibra muscular estriada posee varios núcleos, en número variable: las más largas cuentan con algunos miles de ellos.
Los músculos estriados son los de contracción voluntaria (poseen un centro de control en el cerebro y son aquellos que utilizamos en la vida cotidiana, como el bíceps, el pectoral, los gemelos, etc.) hecha salvedad del corazón. Este constituye un caso aparte, por eso se le puede considerar como una tercera clase de músculo. Su movimiento contráctil es involuntario. Pero sus características dinámicas, por su rapidez y energía, se parecen a las del músculo esquelético. El músculo del corazón, llamado también miocardio, se halla constituido por unas fibras musculares estriadas, pero con características muy particulares que le sitúan, como músculo cardíaco, en un lugar propio, distinto del de la musculatura estriada voluntaria y del que la musculatura lisa involuntaria.
Una característica común a los tres tipos de músculo es su contractibilidad. Las células musculares están compuestas por elementos contráctiles de naturaleza proteica denominados miofibrillas. Estas miofibrillas están compuestas por dos tipos de proteína, que son la actina y la miosina. Al ser estimulados por un impulso nervioso, producen una fuerza durante su contracción. Cuando la célula muscular no se acorta, no se produce movimiento, por lo que la actividad muscular se llama estática o isométrica. Allí no tiene lugar ningún trabajo externo. Cuando la célula muscular se acorta, se produce movimiento, si este trabajo dinámico se ocasiona por el mantenimiento de una fuerza constante en el músculo, la contracción muscular se denomina isotónica.
Las fibras musculares se reúnen para formar haces más o menos paralelos, limitados por bloques conjuntivos que parten de una cubierta exterior o paramecio, envuelta, a su vez, por la aponeurosis, más resistente. Los músculos adyacentes están separados por sus respectivas vainas aponeuróticas.