La vitamina A se presenta en grandes concentraciones en los aceites de hígado de pescado, siendo su fuente más común el hígado de bacalao.
Los carotenos -pigmentos amarillo-anaranjados que contiene la vitamina A- aparecen en los vegetales de hojas verdes, y en los de color amarillento como las espinacas, las zanahorias o las patatas dulces.
Esta vitamina es importante para la visión, necesaria para mantener la estructura normal de la piel y su elasticidad, y la de los tejidos que rodean las glándulas y el tracto digestivo. Además, nos protege del sol durante las largas sesiones de bronceado. Su presencia favorece la producción de melanina, el pigmento que oscurece la piel más rápido y evita quemaduras.
La carencia de vitamina A implica daños en la vista, produciendo ceguera nocturna e inflamación de los ojos; otros síntomas son erupciones cutáneas, sequedad de piel, alergias diversas y atrofia de las glándulas sudoríferas del cuerpo. También parece ser que mejora la respuesta del cuerpo a las infecciones y a los resfriados. Pero su ingestión en cantidades excesivas puede producir debilidad en los huesos y crecimiento anormal del hígado y del bazo.
La vitamina D aparece en dos formas: D3 o natural, obtenida por la acción del sol sobre la piel, y Calciferol D2 o artificial, cuya mejor fuente son los aceites de hígado de pescado.
La vitamina D regula la absorción de Calcio y Fósforo. Su deficiencia produce debilidad y reblandecimiento de los huesos. Su exceso, pérdida del apetito, desmineralización y gran fragilidad de los huesos -osteoporosis- , y depósitos de calcio en los tejidos blandos, sobre todo en los riñones. No obstante, la cantidad necesaria para que eso suceda parece ser que supera en más de 100 veces los requerimientos habituales diarios.
La vitamina E se encuentra en diversos vegetales -lechuga, etc.- y, sobre todo, en las semillas de los cereales, como el germen de trigo. Ayuda a producir glóbulos rojos y se cree que potencia la energía y la fertilidad, la resistencia a las infecciones y a la fatiga. Esta vitamina también incrementa los depósitos de vitamina A en el hígado.
La vitamina K es esencial para la producción de Protromcina, una sustancia importante en la coagulación sanguínea. Normalmente, la sintetizan las bacterias intestinales y no se requiere en la dieta humana, excepto en determinados desórdenes que afectan a la absorción de grasa -obstrucción de los conductos biliares- , lo que se traduce en un tiempo mayor de coagulación y una tendencia a sangrar por heridas pequeñas.