Las articulaciones son las uniones entre piezas óseas que permiten la movilidad de éstas, salvo sinatrosis, en las cuales los dos huesos planos que entran en contacto por uno de sus bordes llevan en éste unos dentellones que encajan mutuamente (articulaciones de la bóveda craneana).
Se denominan anfiartrosis aquellas cuya movilidad es muy limitada, como ocurre en los invertebrados. Entre dos vértebras inmediatas, una superior y otra inferior, se halla un disco elástico formado por un tejido mixto fibrocartilaginoso.
Cuando la articulación es muy movible se llama diartrosis. Las superficies opuestas de los dos huesos que en ella intervienen son sumamente lisas, toman la forma conveniente para el movimiento de cada lugar y están revestidas por un cartílago que actúa a modo de amortiguador, así ocurre con las articulaciones del codo y de las rodillas. Otras diartrosis, como las del hombro y de la cadera, permiten mayor movilidad, puesto que ésta no queda limitada al giro según eje único. Las dos últimas citadas unen un hueso plano (el omóplato en el hombro y el coxal en la cadera) y otro largo (el húmero y el fémur, respectivamente), cuyas superficies articulares encajan una en otra; la del hueso plano es una cavidad a la que se adapta la forma convexa de la extremidad correspondiente al hueso largo. Se comprende que los movimientos que pueden realizar las diartrosis sean sumamente extensos y variados.
Para mantener en posición los dos huesos que se articulan se extiende entre ambos, sujetándolos fuertemente, una especie de manguito fibroso y distensible o cápsula, reforzada por engrosamientos locales convenientemente dispuestos, que pueden independizarse formando ligamentos. La cápsula limita la cavidad articular, en cuya periferia existe otra membrana muy delgada, la sinovial, que segrega un líquido llamado sinovia, el cual está destinado a favorecer el deslizamiento de las superficies articulares a la manera de un lubricante.
La actividad física es necesaria para la adecuada nutrición del cartílago. Durante el reposo en cama, o cuando una articulación es inmovilizada mediante un vendaje o escayolándola para tratar una fractura, el cartílago articular se vuelve más delgado. En cambio, el ejercicio, aunque sea de corta duración, lo engrosa. La explicación de este fenómeno radica en que desde el hueso subyacente penetra en el cartílago cierta cantidad de líquido, y así el cartílago funciona mejor. No sólo aumenta su acción amortiguadora, sino que, además, la superficie de contacto se hace mayor, lo cual reduce la presión por unidad de superficie en la articulación.
Otra ventaja de la movilización regular de la articulación es que, al aumentar el líquido en el cartílago articular, se produce una mejor nutrición de éste, que no contiene vasos sanguíneos.
Así, pues, debemos movilizar las articulaciones mediante un entrenamiento regular para mantenerlas en un estado funcional óptimo. Esto es más importante a medida que nos hacemos mayores, pues con los años se va reduciendo la elasticidad del cartílago articular y de otros tejidos que rodean las articulaciones.